Martin Heidegger: el cielo estrellado

Martin Heidegger: el cielo estrellado

Lápida de Martin Heidegger y su esposa Elfriede Petri en el cementerio de la ciudad de Messkirch. Arriba de todo, en lugar de cruz, una estrella.
Archivo personal – Hernán J. Candiloro

Horacio, ese daimón que me recuerda las fechas importantes (¡agendate mi aniversario de casado, Horacio!), me escribe hoy a primera hora: “Desde hace 45 años se destaca una estrella de ocho puntas en Messkirch: el pensamiento agradecido“. Bien podría haberme enviado la última frase en alemán, que la hacíamos pasar por perteneciente a las obras completas de Heidegger, esas de las que éste decía que eran “caminos” [Wege] y no “obras” [Werke].

Traducida al alemán esa frase diría algo así: “Der Gedanke ist gedankt “. El pensamiento es agradecido, agradecemos el pensamiento y, a la vez, es el pensamiento mismo el que está agradecido por que se lo honre, llevándolo hasta el final, hacia lo más acuciante, hasta lo más filoso: su extremo preocupante.
Denken, danken, bedenken, bedanken … resuenan las campanas. Clamor. ¿Por quién claman?

Cuando damos gracias, las damos por algo. Y damos las gracias por algo en cuanto las dirigimos a aquel a quien hemos de rendir gratitud. No tenemos desde nosotros mismos aquello por lo que hemos de dar las gracias. Eso se nos ha dado. Recibimos muchos dones y de tipos muy diversos. Pero el don supremo y propiamente duradero a nosotros sigue siendo nuestra esencia, con la que estamos dotados de tal manera que, en virtud de ese don, seamos por primera vez los que somos. Por eso hemos de agradecer este dote antes que nada y en forma incesante.
Ahora bien, lo que se nos ha concedido en el sentido de este dote es el pensamiento.[…] en ello descansa el dote auténtico de nuestra esencia, por el que hemos de rendir gratitud.

M. Heidegger, Qué significa pensar?, trad. R. Gabás, Madrid: Trotta, 2005, p. 132.
El cortejo lleva en andas el ataúd de Martin Heidegger el día de su funeral, el 28 de mayo de 1967.
Funeral de Martin Heidegger – 28 de mayo de 1976

Las campanas claman hoy por Heidegger que, como bien me recuerda Horacio, terminó de hundirse en su propio ocaso hace hoy 45 años.

Cuando cae la nieve en la ventana,
Largamente la campana de la tarde resuena,
Para muchos es preparada la mesa
Y está bien provista la casa.

Georg Trakl, “Una tarde de invierno”.

En su lápida Heidegger pidió que no hubiera una cruz sino una estrella. Una estrella, por cierto, como la que él mismo talló con sus manos y puso en la fuente de agua junto a su cabaña.

Imagen de la fuente de agua junto a la cabaña de Heidegger en Todtnauberg. Por encima se destaca una estrella tallada a mano.
Fuente de madera, junto a la cabaña en la Selva Negra, tallada por el propio Heidegger. Encima se destaca una estrella.
Archivo personal – Hernán J. Candiloro

Descorridas las cruces, desde el fondo de la tierra y a través de la madera, empapadas por el agua que surge de la montaña emergen las estrellas. Hechas a un lado las figuras de Dios, nos ilumina por primera vez un abismo hasta entonces oculto. Una “luz oscura“, como la llama Hölderlin, que apaga el brillo excesivo de las cosas, regresandolas a su intimidad más frágil.

Entra caminante en silencio;
Dolor petrificó el umbral.
Y luce en pura luz
En la mesa pan y vino
.

Georg Trakl, “Una tarde de invierno”.

Más de dos mil años después, el eclipse llega a su fin (¿Ha llegado ya a su fin?). Los absolutos y las cruces se hacen a un lado y emerge la claridad de la noche, hasta entonces tapada por la excesiva luminosidad del Dios cristiano, de la ciencia, de los ídolos o incluso también de la filosofía.

Allí, en el crepúsculo de los ídolos, nacen las estrellas como esa luz que, cayendo sobre nosotros, se aleja infinitamente. Porque las estrellas sólo se dejan ver cuando se fija la mirada en la oscuridad del presente.

[…] contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir, no sus luces, sino su oscuridad. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros. Contemporáneo es, justamente, aquel que sabe ver esa oscuridad, aquel que está en condiciones de escribir humedeciendo la pluma en la tiniebla del presente.

Giorgio Agamben, “¿Qué es lo contemporáneo?”, en: Desnudez, trad. C. Sardoy, Bs. As.: Adriana Hidalgo, 2011, p. 21.

Pensado, el pensamiento es y está agradecido. Desde la oscuridad de la noche en la que nacen las estrellas.

La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso.
Yo amo a quienes no saben vivir de otro modo que hundiéndose en su ocaso, pues ellos son los que pasan al otro lado.

Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, trad. A Sánchez Pascual, Madrid: Alianza, 2003, p. 38.

Yo amo a quienes mojan su pluma en el ocaso de su tiempo. Sólo ellos pasan al otro lado.

Noche completamente silenciosa
pura y rica en estrellas,
traeme lo uno;
lo que en ti
cada uno de los pensadores
apenas
observa expectante:
el acontecer
en el día del ser.

Martin Heidegger, Desde la experiencia del pensar [GA13]. Frankfurt am Main: Klostermann, 1983, p. 29.

Ir hacia una estrella…

Pensar es la limitación a un
pensamiento, que algún día se quedará como una estrella en el cielo del mundo.

Martin Heidegger, Desde la experiencia del pensar [GA13]. Frankfurt am Main: Klostermann, 1983, p. 76.
Detalle de la estrella.
Archivo personal – Hernán J. Candiloro

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