El lunes pasado, en nuestro curso sobre Ser y Tiempo, trabajamos sobre la comprensión y la interpretación. Y entre otros fragmentos del §32 comentamos el siguiente:
Cuando esa especial concreción de la interpretación que es la exacta exégesis de textos gusta de apelar a lo que “ahí está”, esto que “ahí está” inmediatamente no es nada más que la comprensible de suyo, la no discutida opinión previa del intérprete …
M. Heidegger, El ser y el tiempo, trad. J. Gaos, Bs. As.: FCE, 1993, pp. 168-169.
Pareciera ser que no hay nada debajo de los textos, en el fondo, que deba ser desentrañado mediante una interpretación. Ningún sentido último, ningún mensaje, ninguna intención del autor, o más precisamente, ningún autor.
Desde hace algunos años es un hecho que se ha operado (o se está operando) un cierto cambio en la idea que nos hacemos del lenguaje y, en consecuencia, en la idea de la obra (literaria), que debe a ese lenguaje su existencia como fenómeno, por lo menos. Este cambio está relacionado evidentemente con el desarrollo actual (entre otras disciplinas) de la lingüística, la antropología, el marxismo, el psicoanálisis …
R. Barthes, “De la obra al texto”, en: El susurro del lenguaje, trad. C. Fernández Medrano, Barcelona: Paidós, 1994, p. 73.
No tengas miedo Roland, decilo: este cambio se desprende también y en gran medida de la influencia del pensamiento de Heidegger en Francia.
… la sombra de Heidegger se halla[ba] presente […] en todos los trabajos que se publicaban en aquel momento.[…] durante un cuarto de siglo, Heidegger nunca fue nombrado en un libro por aquellos que en Francia tuvieron que reconocer en privado o en público, muy tarde, que el filósofo alemán había desempeñado un papel mayor en su pensamiento (en Althusser, en Foucault, en Deleuze, por ejemplo).
J. Derrida, Política y amistad. Entrevistas con Michael Sprinker sobre Marx y Althusser, trad. H. Cardoso, Bs. As.: Nueva Visión, 2012, pp. 22-23.
Lo inconfesado. Lo inconfesable. Heidegger, pensador de la muerte del autor. Banquenselá.
En el texto siguiente, exposición e interpretación están tan entrelazadas que no será claro en todas partes y de inmediato qué se extrae de las palabras de Nietzsche y qué se añade. Toda interpretación, sin embargo, no sólo tiene que poder extraer del texto la cosa de que se trata, sino que, sin insistir en ello, inadvertidamente, tiene que poder agregar algo propio proveniente de su propia cosa. Este añadido es lo que el profano, midiéndolo respecto de lo que, sin interpretación, considera el contenido del texto, censura necesariamente como una intervención extraña y una arbitrariedad.
M. Heidegger, Nietzsche 2, trad. J. L. Vermal, Barcelona: Destino, 2000, p. 213.
… si tomamos sólo de lo cotidiano los parámetros para el ser y el saber históricos, entonces tenemos que detenernos permanentemente en puros disparates. Nunca comprenderemos que Sófocles, por ejemplo, alguna vez pueda ser interpretado de otro modo, y deba serlo; que Kant pueda y deba ser entendido de otro modo; que Federico el Grande pueda y deba ser, un día, personificado de otro modo. La opinión cotidiana dice que debe haber un Sófocles en sí, un Kant en sí, un Federico el Grande en sí, así como la mesa es ahí mesa y la tiza es tiza. Supongamos, por ejemplo, que hubiera una interpretación y representación de la poesía de Sófocles en sí, y pongamos que esta interpretación llegara a los ojos de Sófocles; entonces él encontraría -de seguro- esa interpretación aburrida en el más alto grado. Pues él no poetizó para que en alguna parte se erija un cliché ineficaz y carente de mundo.
M. Heidegger, Los himnos de Hölderlin “Germania” y “El Rin”, trad. A. C. Merino Riofrío (modificada siguiendo el original alemán), Bs. As.: Biblos, 2010, pp. 129-130.
La inscripción al curso de lectura de Ser y tiempo sigue abierta y, fieles a la propuesta de Heidegger, cada clase empezamos de nuevo: desde el grado cero.