La sexualidad como discurso de clase

La sexualidad como discurso de clase


El lunes pasado nos ocupamos de la “hipótesis represiva“. ¿Cuál es la relación entre capitalismo y sexualidad? ¿Está la sexualidad reprimida por el capitalismo o, a la inversa, los discursos sobre la sexualidad se multiplican por doquier? De que hagamos un diagnóstico correcto depende la posibilidad de hallar una estrategia eficaz de resistencia.

Si el capitalismo se sostiene sobre la represión de la sexualidad, entonces la liberación sexual puede ser una estrategia revolucionaria. Pero si no es así, y si en realidad el capitalismo consiste en el acrecentamiento y multiplicación de la sexualidad, incrementando y multiplicando el deseo sexual, entonces lejos de ser una resistencia, la liberación sexual le da un nuevo impulso al capitalismo. Y en este sentido, me animo a decir que esto último es lo que piensa Foucault, a saber: que la represión es sólo la condición para la liberación de la sexualidad; y que el capitalismo constituye el juego transgresivo abierto entre ambas.

Después de decenas de años, nosotros no hablamos del sexo sin posar un poco: consciencia de desafiar el orden establecido, tono de voz que muestra que uno se sabe subversivo, ardor en conjurar el presente y en llamar a un futuro cuya hora uno piensa que contribuye a apresurar. Algo de la revuelta, de la libertad prometida y de la próxima época de otra ley se filtran fácilmente en ese discurso sobre la opresión del sexo. En el mismo se encuentran reactivadas viejas funciones tradicionales de la profecía. Para mañana el buen sexo.

M. Foucault, Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber, trad. U. Guiñazú, México: Siglo XXI, 2007, p. 13.

Sin embargo, no se trata de pura transgresión, sino que de manera análoga a cómo el inconciente se manifiesta en sueños, la sexualidad reprimida reaparece incesantemente, distorsionada, tergiversada o, más precisamente, capturada y encarcelada en un peculiar registro discursivo. No se habla de cualquier manera de la sexualidad “reprimida”, sino que se establecen registros, niveles de habla, terminología técnica, circunstancias de ese discurso y agentes autorizados a sostenerlo.

Como lo inconciente, lo reprimido siempre vuelve, pero no de cualquier manera, sino capturado en un registro discursivo.

Así pues, a Foucault no le interesa tanto lo que dice ese discurso como quien lo dice y cómo lo dice. Y ello porque a la aparición de este nuevo discurso sobre la sexualidad le corresponde la aparición de un nuevo sujeto y de un nuevo lugar de enunciación: el lugar del que está autorizado a hablar. ¿Quién habla entonces en el discurso sobre la sexualidad? ¿Quién es el que toma la palabra? ¿Quién ha “capturado” a la sexualidad en este registro discursivo?

En este punto podemos plantear dos analogías que remiten al propio pensamiento de Foucault.

  1. En un momento surgió un discurso sobre el loco. Y a Foucault no le interesa tanto establecer lo que se dice sobre el loco, como quien lo dice y cómo lo dice. El nuevo lugar de enunciación, que aparece como correlato del aislamiento -el encarcelamiento- de la locura, se llama “discurso psiquiátrico” o, más ampliamente, “razón”. Así pues, la razón es el lugar de enunciación de la locura, que aparece como reflejo de aislar y encarcelar a esta última (Cf. M. Foucault, Historia de la locura en la época clásica, trad. J.J. Utrilla, México: FCE, 2015)
  2. De manera análoga, a Foucault no le interesa tanto establecer lo que se dice del criminal, como quien lo dice y cómo lo dice. El nuevo lugar de enunciación que aparece como correlato de la captura discursiva del delincuente -y, por supuesto, de su encarcelamiento- se llama “criminalística” y se corresponde no sólo con el surgimiento del derecho moderno (Beccaria), sino también con ciertas condiciones sociales y económicas de las que surgirá el capitalismo (Cf. M. Foucault, Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión, trad. A. Garzón del Camino, Bs. As.: Siglo XXI, 2002).

(A mi entender el lugar en el que Foucault expone más profundamente esta “estructura de solapamiento”, esto es, el movimiento de constitución de una interioridad discursiva a partir de señalamiento de lo que queda fuera, o dicho de otra manera, la inclusión discursiva como resultado de una exclusión correlativa; es El pensamiento del afuera, traducido por Manuel Arránz Lázaro y editado por Pre-Textos)

Podemos entonces volver a preguntarnos: ¿quién habla en el aislamiento de la sexualidad? ¿Qué dice el discurso sobre la sexualidad, no tanto de su objeto como de aquél que lo sostiene?

Señalamos entonces que el discurso sobre la sexualidad es un discurso de clase y su surgimiento se corresponde con el de la burguesía; esta peculiar clase que, como dice Foucault, se caracteriza por tener una “sexualidad parlanchina“.

…hay que decir que existe una sexualidad burguesa, que existen sexualidades de clase. O más bien que la sexualidad es originaria e históricamente burguesa y que induce, en sus desplazamientos sucesivos y sus trasposiciones, efectos de clase de carácter específico.

M. Foucault, Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber, trad. U. Guiñazú, México: Siglo XXI, 2007, pp. 154-155.

Obviamente esto va de la mano con una crítica al psicoanálisis, a quien Foucault le critica reproducir el modo de subjetivación típicamente capitalista, a saber: la captura discursiva de la sexualidad como correlato de la supuesta represión.

¿Estaríamos ya liberados de esos dos largos siglos donde la historia de la sexualidad debería leerse en primer término como la crónica de una represión creciente? Tan poco, se nos dice aún. Quizá por Freud. Pero con qué circunspección, qué prudencia médica, qué garantía científica de inocuidad, y cuántas precauciones para mantenerlo todo, sin temor de “desbordamiento”, en el espacio más seguro y discreto, entre diván y discurso: aún otro cuchicheo en un lecho que produce ganancias.

M. Foucault, Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber, trad. U. Guiñazú, México: Siglo XXI, 2007, p. 11.

La aparición discursiva de la sexualidad se corresponde, pues, con el surgimiento de la burguesía como clase; ésta es la que habla a través suyo. Nosotros planteamos que algo de esto llega incluso hasta la discusión actual sobre la despenalización del aborto, ya que lo que se discute en el fondo no es otra cosa que la posibilidad de que los pobres accedan o no a este discurso burgués -diríamos hoy: “de clase media”-, científico, higiénico y seguro sobre la sexualidad. Lo que se discute, en suma, es si la interioridad de la burguesía se seguirá sosteniendo sobre la exclusión de las clases pobres del discurso de la sexualidad. O dicho de otra manera: lo que se discute en el discurso sobre la despenalización del aborto no es otra cosa que el lugar de enunciación y los límites de la clase media.

Lo que se discute con la despenalización del aborto es la posibilidad de que los pobres accedan o no a este discurso burgués -diríamos hoy: “de clase media”-, científico, higiénico y seguro sobre la sexualidad; o dicho de otra manera: se discute el lugar de enunciación y los límites de la clase media.

El próximo lunes tendremos la última clase de este módulo sobre la Historia de la sexualidad de Foucault y, en la misma línea, a partir del lunes siguiente comenzaremos a indagar en el pensamiento de Paul Beatriz Preciado. Los espero.

Cartel del curso sobre Testo Yonqui de Paul B. Preciado
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