La consagración de la primavera – Ígor Stravinsky / Pina Bausch

La consagración de la primavera – Ígor Stravinsky / Pina Bausch

“Mi estilo es una danza,
un juego de simetrías de todo tipo,
y un saltar y un burlarse de estas simetrías”.

F. Nietzsche, carta a Erwin Rohde 1


Ayer hablamos de lo pesado y lo liviano e hicimos referencia a la música y la danza. Wagner frente a Bizet, dice Nietzsche. La pesadez alemana de lo absoluto frente a la liviandad francesa de la superficie. Y también hablamos del cuerpo. Dijimos que si la danza clásica le impone conceptos desde fuera para de ese modo tratar de racionalizarlo y dominarlo, de hacerlo entrar en una cierta medida; hay otra danza -llamémosla ¿contemporánea?- que logra extraer el paso de danza a partir del movimiento libre y salvaje, a veces incluso brutal y desproporcionado del cuerpo. Dijimos que allí el salto deviene paso de baile y señalamos también que para Heidegger y Nietzsche el pensar es un salto [Ur-Sprung].

Fue en este contexto que mencioné la versión de La consagración de la primavera de Pina Bausch. Como verán, se trata de un sacrificio en todo el sentido de la palabra. Se sacrifican tanto la doncella como la propia bailarina, borrando el límite que parecía separarlas. La tierra pone lo pesado en escena, lo wagneriano de ese sacrificio; de lo cual el vestuario, el salto y la coreografía misma tratan de escapar volviéndose livianos.

Aprender a pensar: en nuestras escuelas no se tiene ya la me­nor noción de esto. Incluso en las universidades, incluso en­tre los auténticos doctos de la filosofía comienza a caer en desuso la lógica como teoría, como práctica, como oficio. Léanse libros alemanes: ni el más lejano recuerdo ya de que para pensar se requiere una técnica, un plan de enseñanza, una voluntad de maestría, – que el pensar ha de ser aprendi­do como ha de ser aprendido el bailar, como una especie de baile… ¡Quién conoce ya por experiencia, entre alemanes, ese sutil estremecimiento que los pies ligeros en lo espiri­tual transfunden a todos los músculos! – La tiesa torpeza del gesto espiritual, la mano tosca al agarrar – esto es alemán hasta tal grado que en el extranjero se lo confunde con el ser alemán en cuanto tal. El alemán no tiene dedos para percibir las nuances [matices]… El mero hecho de que los alemanes hayan soportado a sus filósofos, sobre todo a aquel lisiado conceptual, el más deforme que ha existido, el gran Kant, proporciona una noción no escasa de la gracia alemana. –

No puede descontarse, en efecto, de la educación aristocrática el bailar en todas sus formas, el saber bailar con los pies, con los conceptos, con las palabras; ¿he de decir todavía que también hay que saber bailar con la pluma, – que hay que aprender a escribir? – Pero en este punto me convertiría en un completo enigma para los lectores alemanes…

F. Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo, trad. A. Sánchez Pascual, Madrid: Alianza, 2001, p. 90.
  1. F. Nietzsche, Sämtliche Briefe. Kritische Studienausgabe, Hrsg. von G. Colli und M. Montinari, Berlin/New York, W. de Gruyter, 1986, Band 6, Nro. 490, 22/2/1884, p. 479.
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