“Es más seguro ser temido que amado. Porque de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro. Mientras les haces bien, son completamente tuyos: te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, pues -como antes expliqué- ninguna necesidad tienes de ello; pero cuando la necesidad se presenta se rebelan”.
Nicolás Maquiavelo, El príncipe, cap. XVII: “De la crueldad y la clemencia; y si es mejor ser amado que temido, o ser temido que amado”.
El lunes pasado, en nuestro curso de Ser y tiempo, empezamos un análisis del temor. ¿Qué implica, pues, tener miedo? ¿A qué le tenemos miedo? ¿Y qué pasa con nosotros cuando somos temerosos? Pero también, ¿cómo generar miedo? ¿cómo ser temido y dominar a través del temor? Y a la inversa: ¿cómo ser valerosos y entonces no dejarse someter?
El parágrafo 30 -dedicado, como decíamos, al temor- comienza con una referencia a la Retórica de Aristóteles, a la que Heidegger considera la primera investigación psicológica de occidente. Pareciera, pues, haber un vínculo insoslayable entre los afectos y la palabra, entre la psicología y la retórica, entre el miedo y la política. Así pues, aquí les dejo el fragmento en cuestión.
Se trata de Aristóteles, Retórica B 5, 1382 a 20 – 1383 b 11. Sigo la traducción de Antonio Tovar, Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999, pp. 107-111. La negrita es mía.
DEL TEMOR
Sea el temor cierta pena o turbación resultante de la representación de un mal inminente, bien dañoso, bien penoso; pues no todos los males se temen, por ejemplo ser uno injusto o tardo, sino lo que significa penas grandes o daños, y esto si no parece lejano, sino inminente. Porque lo que está muy lejos no se teme, pues todos saben que morirán, pero como no está cerca no se preocupan.
Si, pues, eso es el temor, es forzoso que sean temibles las cosas que parecen tener una gran potencia de destruir o de causar daños que produzcan una pena grande. Por eso son también temibles los signos de las tales, porque se ve cerca lo temible, y eso es el peligro, la proximidad de lo temible. Lo son el odio y la ira de parte de los que son capaces de hacer algo, porque es claro que quieren, de modo que están cerca de la acción. Y es temible la injusticia con poder, porque por la intención es injusto el injusto. Y también la virtud ultrajada, si puede, porque es claro que tiene intención siempre que ha sido ultrajada, y, en ese momento, decimos que puede. Y el miedo en los que pueden hacer algún mal, porque es preciso que quien está en tal disposición esté preparado también. Puesto que el vulgo es bastante malo, y no se sabe sobreponer al lucro y en los peligros es cobarde, es en general temible estar a merced de otro, de manera que los cómplices en algo mal hecho; es de temer o que denuncien o que dejen en el apuro. Y temibles son siempre los que tienen poder de cometer injusticia para aquellos a quienes pueden hacérsela, porque en general los hombres cometen injusticia siempre que pueden. Y también las víctimas de injusticia son temibles cuando tienen fuerza, por temor a la venganza, pues ya suponíamos 1 que tal cosa es temible. Y los que se disputan cosas que no admiten las tengan los dos, porque siempre luchan entre sí. Y los que son temibles para los más fuertes que uno, para uno mismo lo son, porque más daño le podrían hacer a uno que a los que son más fuertes. Y aquellos a quienes temen quienes son más fuertes que uno, por lo mismo. Y los que han atacado a quienes eran más débiles que uno, porque o ya son temibles o cuando hayan acrecido su peligrosidad. Y entre los que han sufrido injusticia y son enemigos o rivales, no los de genio vivo y palabra franca, sino los mansos e irónicos y atravesados, porque no se descubren si están cerca, de modo que nunca queda claro si están lejos.
Todo lo que es temible es más temible aún cuando una vez cometida la falta no admite enmienda, sino que ésta es completamente imposible o independiente de uno mismo y dependiente del contrario. Y también las cosas en que no hay socorro o éste no es fácil. Por decirlo en general, son temibles todas las cosas que cuando les ocurren a otros o amenazan ocurrirles merecen compasión.
Las cosas temibles y por decirlo así las que mayormente se temen son, éstas; digamos ahora cuál es la disposición de los que temen. Si el temor es con cierta espera de sufrir algún daño que aniquile, es evidente que nadie teme entre los que creen que no les puede pasar nada, ni se teme lo que uno cree que no le va a pasar, ni a quienes no se cree que causen daño, ni cuando no se cree que va a ocurrir. Es forzoso por consiguiente que teman los que creen que les puede pasar algo, y a quienes pueden causarlo, y lo que es tal daño y cuando puede suceder. Porque no creen que puede sucederles ni los que están en gran ventura ni los que por tal se tienen; por eso insolentes y desdeñosos y audaces (pues tales los hace la riqueza, la fuerza, las amistades y el ser poderoso); tampoco los que ya creen que les ha ocurrido lo peor y están fríos ante el futuro, como los que ya han sufrido grave pena corporal; pues para temer es preciso que reste alguna esperanza de salvación sobre aquello que angustia. La prueba es que el miedo hace considerados, pero nadie anda en consideraciones sobre las cosas desesperadas.
De manera que a los oyentes es preciso disponerlos de tal modo, cuando es mejor que teman, diciéndoles que están en condiciones de que algo les sobrevenga, porque también otros mayores que ellos han sufrido; y mostrarles que otros como ellos padecen o han padecido, y a manos de quienes no pensaban y lo que no pensaban y cuando no podían esperarlo.
DEL VALOR
Puesto que acerca del temor está claro qué es, y también acerca de lo que es temible, y en qué disposición teme cada uno, resulta evidente de esto qué es el valor y en cuáles cosas se muestran los valientes y en qué disposición se es valeroso, porque el valor es lo contrario del temor; y lo que da valor, de lo que causa temor, de manera que es la esperanza con imaginación de que está cerca lo que puede salvar, y de que las cosas temibles o no existen o están lejos.
Son cosas que dan valor que lo temible esté lejos o que lo que salva esté cerca. Y si caben remedios o socorros, bien muchos, bien grandes, bien lo uno y lo otro, y si no se ha cometido injusticia ni sido víctima de ella, si los contrarios o no existen en absoluto o no tienen poder, o si teniendo poder son amigos, o si han hecho beneficio o lo han recibido. O si son más numerosos aquellos a quienes conviene lo mismo que a uno, o más fuertes, o ambas cosas.
Los animosos lo son en las siguientes disposiciones: si creen que han triunfado en mucho y no han sufrido, o si a menudo han llegado a estar en peligro pero se han salvado; porque de dos modos los hombres se hacen insensibles: o por no tener experiencia o por tener seguridad, y así en los peligros del mar, los que no han conocido tormenta confían en el futuro y también los que sienten seguridad a causa de su experiencia. Y cuando ello no es temible para los que son iguales, ni para los que son inferiores ni para aquellos de quienes uno se considera superior; y tales se consideran aquellos a los que se ha vencido, bien a ellos mismos, bien a los que a ellos superan, bien a los iguales. También los que creen que tienen más y mayores cosas de aquellas cuya posesión hace a los hombres temibles; son esas cosas riqueza, vigor corporal, amistades, posesiones territoriales y elementos para la guerra, bien de todas clases bien de los más importantes. Y tampoco se teme si no se ha cometido injusticia contra nadie, o contra pocos o contra quienes no son de temer. Y, en general, tampoco si tienen respecto de los dioses una situación buena, en todo y especialmente en lo que resulta de agüeros y oráculos: porque da ánimos la ira, y el no cometer injusticia sino ser de ella víctima es causa de ira, y se supone que la divinidad ayuda a los que padecen injusticia. Y tampoco se tiene temor cuando al emprender algo, uno cree que nada le puede pasar de momento ni más tarde, o que ha de triunfar. Así queda expuesto lo referente a lo que causa temor y da ánimo.