Pará. Antes de leer volvé y mirá la imagen. Mirala bien, a los ojos. El pelito cayendo sobre los hombros, la barbita bien recortada y esa mirada, oh, esa mirada libidinosa invitándote a degustar los frutos de la filosofía.
Durante cierto tiempo consideré las distintas ocupaciones a las que se dedican los hombres en esta vida, e hice la tentativa de elegir la mejor de ellas. Pero no es necesario contar aquí qué pensamientos me vinieron al hacer esto: baste decir que, por mi parte, nada me pareció mejor que atenerme firmemente a mi propósito, es decir: emplear todo el tiempo de la vida en desarrollar mi razón y en seguir los rastros de la verdad, tal y como me había propuesto. Pues los frutos que había degustado ya por esta vía eran de tal especie que, según mi juicio, no es posible encontrar en esta vida nada más agradable y más inocente; además, desde que me dediqué a ese modo de consideración, cada día me hacía descubrir algo nuevo, que siempre era de cierto peso y en absoluto conocido por la mayoría. Finalmente, mi alma llegó a estar tan llena de alegría que todas las otras cosas ya no podían ofenderla en modo alguno.
R. Descartes, Discurso del método. Fragmento que encabeza la primera edición de Humano demasiado humano de Friedrich Nietzsche
A favor de los ociosos. – Es un signo de que actualmente el valor de la vida contemplativa ha disminuido, el hecho de que los estudiosos compiten hoy con las personas activas en una especie de goce precipitado, de manera que parece que aprecian de esta manera de gozar más que aquella que les es propia y que en realidad representa un goce mucho mayor. Los estudiosos se avergüenzan del otium. Pero el ocio y el ociar son cosas nobles. – Si el ocio es realmente el padre de todos los vicios, al menos precisamente por ello se halla en las proximidades más inmediatas de todas las virtudes; el hombre ocioso sigue siendo siempre un hombre mejor que el activo. – ¿Pero no creeréis, vagos, que con esto del ocio y el ociar me refiero a vosotros, verdad? –
F. Nietzsche, Humano demasiado humano, fr. 284.
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